Thought Mantique: Puente

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30 de marzo, 2024.

Vuelvo después de una temporada con un pequeño poema experimental (¿y si tu dios fuese un muerto viviente?): Su divinidad. Un concepto sobre endiosar lo que, en otras circunstancias, se teme. Desear a pesar del pánico.

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Ya sea por accidente o por que me buscabas, agradezco enormemente tu visita y te invito a quedarte en este pequeño rincón.
- TM.
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Puente

Un puente de cimientos destruidos, aún chisporroteante y frágil ante cualquier vibración. Cinco metros separan tu porte erguido de mi adusta mirada, pero pareciera la representación visual de toda una vida trazada en caminos distintos. Me pregunto si será esta nuestra culminación, o es acaso la casilla de salida desde la cual surgirá una nueva vereda. No hablamos, pero puedo entenderte; adivino el reflejo de mis dudas en tu rostro, y sé con certeza que la turbación que siento es congoja compartida. 

Un abismo se alza entre nosotros. A pesar de la caída, pareciera que la nada que abajo avecina se crece hasta el cielo, rasgando las nubes e imponiendo una densa montaña. El aire pareciera más denso, vaporoso, un velo que nos separa con la certeza innegable de que la fractura ha sido profunda e incurable. Si tan solo hubiese sido un tallo quirúrgico, que alguno de los dos hubiese blandido el escalpelo y hubiese trazado la línea que marcaría nuestra frontera quizá podríamos hablar de suturas, de cicatrices, de curación. Pero hablamos de un golpe seco, un destripe que ha surgido desde el interior y ha rasgado todo lo que había en su paso. Ante tal envergadura de herida no nos queda más que aceptar el hecho de que no hay vuelta de cuerda que nos lleve al pasado.

Observando tu perfil adelantarse al borde siento, con una pesada certeza, que esto es lo que nos hemos buscado con nuestros actos. Es el resultado de cada giro de esquina, cada curva tomada, cada intersección atravesada y el azar mismo que nos ha llevado a ellas y a las circunstancias que han marcado nuestro curso de acción. Es la respuesta a la pregunta con la que crecimos. Es lo que intentábamos adivinar en las siluetas de las nubes, y en los pétalos caídos de las flores marchitas. Cuando mirábamos al horizonte, flanqueados por el otro, y divisábamos la curva del planeta que engullía lo que había al otro lado. Todas esas incógnitas han devenido en este preciso instante: esta rotura, este sangrado. Es la respuesta buscada, sí, y también es la consecuencia de la búsqueda per se.

Sé que sabes esto, te conozco lo suficiente como para adivinar tu tren de pensamiento y saber que la última estación se edifica en estas conclusiones. No hay nada más que debatir. Pero también sé que estás buscando la forma de detenerlo, de parar la hemorragia que se extiende rauda y caudalosa. Sé que no buscas este término para nosotros, pero sabes, en el fondo de ti, que es la única salida que nos quedaba: el único camino que podíamos tomar una vez nos atreviéramos a dar el paso.

Me azuzabas para iniciar la marcha, mientras yo te observaba escalar y ascender, esforzarte con cada músculo de tu cuerpo y aceptar cada caída con energía revitalizadora. He de aceptar que había envidia en mí: envidia no sólo por saberme incapaz de luchar con tanto ímpetu, sino por carecer de algo que sentir con tanto fervor. Tu pasión siempre ha sido tan desbordante como tu moral y tu rectitud, pero por más que intenté seguir tus pasos, alimentarme de tu sombra, en esperas de hallar mi senda, más me perdía en una cueva con sendas cámaras y pasadizos, que acababan formando un laberinto que se alimentaba a sí mismo. Mientras tú buscabas que siguiera un camino, aunque no fuese el tuyo, no reparaste en que la distancia iba creciendo, y mi falta de sentir amenazaba con llevarme por un sendero vacío y sin destino fijo. Pero he aquí que las circunstancias hicieron que iniciara una marcha desconocida. Sin saber si quiera que me estuviera moviendo, avancé y avancé, hasta que, sin darme cuenta, te perdí de vista a ti y a todas las perspectivas que alguna vez se hubiesen posado en mí. Un paraje desconocido ahora formaba parte de mi mundo, y me encontré tan en paz, y tan en mi sitio que el volver nunca fue una opción.

Gritas mi nombre, y palabras de comprensión, pero en tu tono de voz distingo la incertidumbre, el temor de sabernos separados tras un muro infranqueable. Aceptas esto, como yo, pero ambos no podemos evitar que la nostalgia del pasado remueva nuestras emociones y nos catapulte a la inseguridad y al miedo que conllevan la pérdida de lo conocido. Aunque seamos náufragos inexpertos, conseguiremos salir del naufragio, te lo aseguro.

Esta es nuestra deriva.

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